viernes, 31 de julio de 2009

Mi sombra

A veces camino sin rumbo entre reflexiones inútiles, ciega.
De pronto, en el suelo o en la pared,
mi sombra.
Muestra lo que no veo.
Hace cuerpo en mi espalda, la inclinación a la que me obliga
la hiperactividad de mi cabeza
y se yergue en joroba.
Entonces detengo el paso y reparo en mi sombra.
Creo que lo hace para que no la ignore tanto.
Convengamos que no soy un reloj de sol
para darle demasiada relevancia;
ni la Tierra y la Luna en tiempos de eclipse
para elucubrar sobre el cono que proyectan, no.
Soy una simple mortal.
Si ella es porque yo soy,
y no quiere verse mal,
quizá deba caminar más erguida.
Convendría que me arreglase el saco
y desarmara la maraña de pelos que llevo en la cabeza.
A la tardecita la sombra es superlativa en la parte superior del cuerpo.
De tan larga se trepa por los muros,
se quiebra en las puertas y ventanas
y se estira sobre la calle de modo que la vea,
quiere mostrarme esa cabeza,
mi cabeza,
tan desprolija por fuera como por dentro.
La sombra sabe que es mi espejo,
aunque no hable, dice.
Me devuelve al mundo,
cuando camino ciega.

lunes, 27 de julio de 2009

El tiempo de las uvas

El campo precioso
de tu pecho
palpita
en la meseta de mi vientre,
mientras el tiempo
de las uvas
llega.
El volcánico fuego
se derrama
sobre mis jazmines.
Expulsa
tus minerales,
el aliento tibio,
durante la lenta batalla.
Conquistas la piel húmeda,
anárquica,
recorrida por tus manos
siempre.