miércoles, 12 de septiembre de 2007

Las olas no son el mar

Anduve
en las sinuosas profundidades
donde el ser
sin máscaras
es.

Un estratega.
La cordura y la lógica,
sus prendas.
El amor y el odio,
los panes y las frutas de su mesa.

Me vi entre dos espacios.
El suelo,
inventado para jugar a la rayuela
y llegar al anhelado cielo.
Llegar después de saltos y piedras,
de seguir la secuencia,
de largos ensayos
y algunos retrocesos.


Pero el cielo...
El cielo es este silencio.
Tu amparo en mi tormento.
La caricia.
El abrazo.

Me alejo
de las oscuras amarras.
Elijo las velas,
el viento en la cara,
el agua fresca.

Te doy mis manos.
Y en las tuyas,
regazo de mis inviernos,
entrego, absoluta,
mi esperanza,
la que tejo y destejo
con finos, coloridos tientos.