jueves, 22 de marzo de 2007

Las razones de la naturaleza

Apiladas unas sobre otras, soportando los traslados desde que el hombre del sombrero de juncos, el que las regó cada día, dijo: "ya están".
Después de acariciarlas con la mano izquierda, con la otra les asestaba un tajo en cada tallo.
Pasaron de mano en mano hasta llegar a ese lugar.
Ella supo entonces que aquella vida de sol y sombra, de aguas continuas y benéfica soledad, había terminado.
Se miró, era la sexta de la cuarta fila contando desde abajo. Era una en mil.
Muchos la miraron, la tocaron y se fueron. Hasta que llegó él. Se paró enfrente y dijo sin dudar: "ésta", chasqueándola con su guante raído y maloliente. La sacarían de ahí. El peso y la presión la estaban ahogando, no se puede negar que sintió alivio. Y por un instante soñó con volver al campo, al amparo de las hojas grandes, a la tierra fresca, al rocío.
La tomaron, y otra vez el cuchillo, impetuoso y decidido, no tardó en trazar un triángulo en su piel verde como el musgo y la aceituna. Se hundió en su imperfecta redondez. No perdonó a las semillas.
Hubo un grito que terminó en lastimoso quejido. Llegó a los pájaros y a la tierra. Mientras, de a poco, le rasgaban las entrañas. Entre dientes y risas vió las semillas que iban dejando en una especie de plato. Le dolieron cuando pensó que no germinarían. Pero ese es un dolor ancestral que la naturaleza hereda una y otra vez, junto al consuelo de que serán menos los frutos que acariciarán con la mano izquierda para desangrarlos con la derecha.

jueves, 8 de marzo de 2007

Cachilo

Quien dijo más que con palabras
La Sarmiento
dice que lo extraña,
que fue testigo de sus sueños.

Las paredes hablan
porque sus palabras
se les incrustaron adentro.

El pensador ya no se sienta,
no pinta los muros,
tampoco descansa.

Sólo se fue.
Habitará los ojos de los caminantes
o las manos sucias de los pibes
que por falta de escuela
no podrán leerlo.

La patria
no tendrá sus crayones,
pero Rosario lo guarda entero.

Al dueño de las palabras
le pregunto:
Qué le ha dicho,
antes de irse,
a la Sarmiento.

Rosario, 5 de octubre de 1991

Quien pueda leer...

                  Cachilo vivía en los umbrales del Ministerio de Salud y Acción Social,                                    de  la ciudad de Rosario, sobre la calle Sarmiento.



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Él alguna vez escribió:

AQUÍ ESTÁ LA BANDERA IDOLATRADA, REGALADA

SI LOS HOMBRES FUERAN TODOS MILITARES
EN EL MUNDO HO HABRÍA PAZ.
TAMPOCO MAESTROS EJEMPLARES.

ESTANCIA
LA PAULINA
PERICÓN
ARGENTINA

EXPERTOS CONSULTENNOS ANTES DE ENGAÑARNOS

LO QUE NO ES DE UNO NO ES DE NINGUNO

LA BORRACHERA SE PASA, LA LOCURA NO

JUGAR CON POETA
TRAE YETA


Le agradezco a Claudia Martínez de la Biblioteca popular Cachilo y FM Aire Libre de Rosario por compartir conmigo sus archivos, ayudaron a contestar, dolorosamente, la pregunta que cerraba mi poema:

"El día que murió en Sarmiento, entre Urquiza y Tucumán, se encontró junto a él una caja de cartón de pizza donde había escrito:

                                 " CADÁVER RESTO, PERDONE SI MOLESTO "








miércoles, 7 de marzo de 2007

Destino

Cincelado
en el principio.
Infinitamente originario.
Eterno y subversivo
se yergue
único
vertical.
En el oriente
nacen y mueren,
su virtud y la promesa
Se ciñen luego
el inicio y el final
Se huelen
repelen
atraen
expulsan
indómitos confluyen
en punto perverso
difuso
vital

Verano



Mediodía con lluvia.

El olor a tierra mojada no irrumpía en la cocina donde el laurel era el dueño del espacio.
En la radio, Bola de Nieve se abría paso imperativamente. Bailaron... bailaron dejándose llevar por la música. Desoyeron las palabras al piano..."Vete de mí..."
Bailaron sin hablar, sin medir los pasos, alrededor de la mesa, mezclando los cuerpos, saciándose infinitamente.

lunes, 5 de marzo de 2007

"El arte de no decir"

Raúl Silanes, poeta mendocino, dice que "la poesía es un desafío por decir lo que no se puede". Entonces por qué nos satisface tanto?

Es en ese vaivén de intentos donde nos encontramos, nos decimos, nos leemos, entre imaginarios damos lugar a la poesía, ese acto compulsivo de decir y no decir a la vez, de explicar, de bordear, de escribir para que no se lo trague todo el silencio.

En esta tensión coexisten la pulsa por salir y la resistencia, al callar. Investir con diferentes ropajes, disfrazar hasta el ridículo y escenificar. Aunque después veamos caer el atuendo, el maquillaje y quedemos ahí, totalmente desnudos, despojados, sin palabras, frente a frente con uno mismo.

Ay! poesía, de todos modos necesaria, como repetir a pesar del cansancio los detalles y así gastar con palabras el dolor que causa esa cosa que no se sabe más que el nombre, eso que se es "después de haber sido". Tan doloroso como el vacío del "antes de ser" que nuestra mente de adulto ha olvidado. La falta de respuesta en uno y otro caso es igualmente insoportable. Y si por alguna razón su memoria lo ha apartado, pues, escuche a los niños, ellos saben de qué hablo.

Isabel Allende parece recordar algo diferente: "Dónde estabas antes de germinar en el vientre de Celia? Tengo mil preguntas que hacerle, pero temo que cuando pueda contestarme ya habrá olvidado cómo era el cielo."
Llama cielo, a lo que después nombra como silencio. "Silencio antes de nacer, silencio después de la muerte, la vida es puro ruido entre dos insondables silencios."

Cielo, Silencio, Vacío, parecen referirse a lo mismo.

He escuchado con atención ese acto catártico de relatar una y otra vez los hechos que anteceden a la muerte de alguien, la muerte, esa cosa inabordable, donde toda palabra es insuficiente, como en la poesía. Hay algo que no se deja decir, e insiste, uno debe empezar otra vez, corregir, que implica a veces tachar o agregar. Pero nada garantiza que quede bien y mucho menos, finalizado.
¿Será por eso que "un libro nunca se termina, es uno el que se da por vencido" como dice don Ernesto en "Antes del fin"?